Los humanos somos omnívoros, es decir, en nuestra dieta se incluyen alimentos de origen animal y de origen vegetal. Por tanto, podemos comer cualquier cosa que pueda ser comida, aunque por cuestiones culturales se limite la ingesta de determinadoa tipos de alimentos. Así, en la religión musulmana está prohibido comer cerdo ya que se considera impuro y, el hecho de tocarlo siquiera, según el Corán, convierte a la persona en alguien sucio y despreciable.

Pero, ¿cuál es la razón de esto? Algo debió sucederle al pueblo musulmán para que se adoptaran estas reglas y se promulgara la repugnancia hacia este animal. La explicación que dará un musulmán será que es un animal sucio, porque se revuelca en el barro y que se come las heces. Realmente esto es un hecho que hacen otros animales y sin embargo, no sienten ese asco por ellos. Además, un cerdo bien cuidado y alimentado y con agua limpia, no tendría estos hábitos. Una explicación podría ser alguna enfermedad parasitaria transmitida por el cerdo, como la triquinosis, pero esto se resuelve cocinando bien la carne.
La razón parece tener un origen práctico, como suele ocurrir casi siempre. El hecho es que, según el Levítico, un libro sagrado, aparece escrito que un musulmán deberá comer animales de pezuña hundida y rumiante. Por tanto, el cerdo, al no ser rumiante, queda fuera de la dieta de un buen musulmán. Los rumiantes son animales que comen exclusivamente vegetales ricos en celulosa, por lo que no comparten ni «compiten» por los mismos alimentos que los humanos. Además, una oveja, cabra o vaca necesita menos agua que un cerdo, algo indispensable en un clima caluroso y seco como es Oriente Medio. Mantener un cerdo requeriría darle de comer parte de la cosecha y la necesidad de mucha más agua, un bien muy escaso en esas latitudes. El cerdo tampoco proporciona leche, ni lana al contrario que un rumiante.
Posteriormente, cuando estos pastores ganaderos se volvieron sedentarios tampoco optaron por su crianza por que el desierto se había extendido y las condiciones eran más duras aún. Así que, básicamente, las condiciones climáticas y geográficas fueron las razones determinantes de no criar al cerdo y sí otros animales más aconsejables de acuerdo al medio en que vivían.

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